lunes, 14 de abril de 2014

Lo que podía haber sido...

Hoy es un día triste y bastante decepcionante. El motivo: que la persona que más quiero se ve obligada a abandonar un proyecto -para él una de sus mayores ilusiones-, por culpa de terceras personas, empujado a abandonar un sueño porque psicológicamente ha tocado fondo. Hace menos de un año comenzó un proyecto deportivo con una ilusión que pocas veces le había visto. Los chavales notaron el cambio enseguida y el equipo dio un giro de 180º, gracias al esfuerzo de todos, eso hay que reconocerlo. Los buenos resultados no tardaron en llegar y mantenerse en el tiempo, pero tampoco tardaron en hacerse ver los gallitos del corral, que con el paso de los meses no han hecho sino sacar pecho siempre que han tenido la ocasión. Algo que podría haberse convertido en una bonita hazaña, que podría haber llevado el nombre de un equipo hasta lo más alto, va a quedarse en un desastre y fracaso absoluto. Puede que los resultados sean buenos pero lo único que están consiguiendo a nivel de equipo es ser la comidilla de todo el mundo y ganarse a pulso el calificativo de chusma y camorristas. 

Cuando se pertenece a un grupo en el que se funciona bien, en el que todos ponen de su parte y se trabaja con ganas e ilusión, se siente orgullo, se gane o se pierda. En este caso ignoro si hay ilusión, antes sí lo pensaba, pero viendo el comportamiento de algunas personas sospecho que lo único que mueve a más de uno es la chulería, el pavonearse y quedar por encima de todos los demás y, sobre todo, el descontrol. Porque aquí parece que no saben lo que es el autocontrol. A todos nos resultaría muy sencillo dar rienda suelta a lo que nos apetece hacer en cada momento, gritar cuando nos de la gana o decir lo primero que se nos pase por la cabeza, pero hay que tener algo que se llama respeto y que es fundamental para la convivencia con los demás. Si alguien no es capaz de eso sería mejor que se quedara encerrado en casa y se pegara un cabezazo contra la pared cuando se le cruzara el cable.

Por todo esto, que se repite día tras día, jornada tras jornada, únicamente siento vergüenza. Y rabia, la verdad, porque oportunidades se han dado y muchas, pero hay quienes las han tirado por el retrete. A las personas que se comportan de esta manera les dan igual los castigos, las expulsiones, las palabras de entrenador o directivos, las peticiones de buen comportamiento... A la mínima ocasión aprovechan para sacar el pavo que llevan dentro. Pero hay algo aún peor. Estos cahavales no dejan de ser críos de 17 años, lo malo es que por parte de algunos padres y algún que otro aficionado son habituales los insultos, gritos descalificativos, vejaciones e incluso amenazas a quien ellos consideran oportuno. Pero a ellos que no les digan nada, que entonces se lía y buena. Siento vergüenza ajena, decepción, pena y mucha rabia al ver que hay gente que pisotea, sin remordimientos, los sentiemientos e ilusiones de los demás, sobre todo de la persona que quiero. Y eso no lo perdono.

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